viernes, 18 de abril de 2008

Comentario de texto sobre la monarquía

La monarquía como sistema político necesario:
Tres problemas se plantean a propósito de la Monarquía temporal comunmente llamada Imperio, los cuales me propongo estudiar en el orden ya establecido y a la luz del principio adoptado. El primero es éste: Si la Monarquía temporal es necesaria para el bien del mundo. Esta proposión no objetada por fuerza de razón ni de autoridad, puede ser demostrada con sólidos y clarísimos argumentos; ante todo por la autoridad del Filósofo en su "Política". Afirma éste, con su autoridad venerable, que cuando varias cosas están ordenadas hacia un fín, conviene que uno regule o gobierne y que las demás sean reguladas o regidas. Lo cual es creíble no sólo por el nombre glorioso del autor, sino también por la razón inductiva.
Si consideramos a un hombre, vemos que ocurre esto con él: que como todas sus fuerzas están ordenadas hacia la felicidad, la fuerza intelectual obra como reguladora y rectora de todas las otras, pues, no siendo así, no podría alcanzar dicha felicidad. Si consideramos un hogar, cuyo fín es preparar el bienestar de todos sus miembros, conviene igualmente que haya uno que ordene y rija, llamado padre de familia, o alguien que haga sus veces según lo enseña el Filósofo: "Toda casa es gobernada por el más viejo". A él le corresponde, como dice Homero, dirigir a todos e imponerles leyes. De lo cual se origina esta maldición proverbial:"Que tengas un igual en tu casa". Si consideramos una aldea, cuyo fín es la cooperación de las personas y las cosas, conviene que uno sea el regulador de los demás, bien que haya sido impuesto desde fuera, bien que haya surgido por su propia preeminencia y el consentimiento de los otros; de lo contrario, no sólo no se alcanza la mutua asistencia, sino que al cabo, cuando varios quieren prevalecer, todo se corrompe. Si consideramos una ciudad, cuyo fin es vivir bien y suficientemente, también conviene un gobierno único; y esto no sólo dentro de la recta política, sino también de la desviada. Pues cuando ocurre de otro modo, no sólo no se obtiene el fín de la vida civil, sino que la misma ciudad deja de ser lo que era. Si consideramos, por último, un reino particular, cuyo fín es el mismo de la ciudad, con mayor confianza en su tranquilidad, conviene también que haya un rey que rija y gobierne, pues de lo contrario, no sólo dejan los súbditos de obtener sus fines, sino que hasta el último reino perece, según afirma la verdad inefable. "Todo reino dividido será desolado". Si, pues, esto ocurre en todas las cosas que se ordenan a un fín, es verdad lo que se ha establecido anteriomente.
Ahora bien; es cierto que todo el género humano está ordenado a un fín, como ya fue demostrado; por consiguiente, conviene que haya uno que mande o reine; y éste debe ser llamado Monarca o Emperador. Y así resulta evidente que, para el bien del mundo es necesaria la Monarquía, o sea el Imperio.
DANTE, "De la Monarquía", ed. Ernesto Palacio, Buenos Aires, 1966, pp. 41-42.

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